CU de la US
Luis Miguel Villar Angulo

En busca de la identidad universitaria

En busca de la identidad universitaria.

 

En busca de la identidad universitaria

La universidad se había orientado, año tras año, a culminar el proceso de acceso de nuevas cohortes de estudiantes en las distintas facultades. Era la renovación de los egresos y la coherencia institucional. Igualmente, la universidad se miraba en los rankings de las agencias internacionales clasificadoras de las universidades. Allí aparecían mellados los indicadores, en picos, dejando entumecidos los ojos de las autoridades académicas por los números, y de rojo prieto los colores de las caras de los equipos de gobierno.

El efecto doloso de los rankings de universidades

Las elucidaciones reflexivas en torno a posicionarse mejor en los QS World University Rankings® 2018 postraron sentados, densos, pensativos, a los miembros de los órganos colegiados. Más bien inmóviles. Las manos cruzadas o apoyadas en el teclado de los ordenadores de manera inconstante. No sabían qué ventanas abrir para que entraran nuevas liturgias de conocimientos, de transformación de resultados, de renacidas creencias sobre el valor del esfuerzo, y qué otros resquicios y recodos de claroscuros debían cerrar.

Programas electorales rectorales de matices sinuosos

Las blondas que urdieron el programa electoral del último candidato a rector se doblaron por el calor de cocinar tantas realidades diversas del campus, desde la enseñanza en línea a la inclusión. Algún trecho del programa electoral había quedado planchado, pero la puntilla limpia había quedado hundida en el cuerpo resbaladizo y farragoso de la organización masificada de estudiantes tras mínimas modulaciones de cambios estilísticos propuestos. Quería meter la vida en los libros de actas de la junta de gobierno, tomar medidas en el tiempo de su mandato rectoral.

En el intranquilo inquirir de mejora del ranking de la universidad quería para sí una historia redonda de universidad, cuajada de una ojeada. Había muchos sectores nublados en zonas de visión y misión, academicismo, personal, equipamiento, o financiación. Tenía que dar movimiento a la universidad, como una viajera que conociera el destino y la ruta de los saberes efímeros y de la ilustración suprema. La demanda de mano de obra cualificada por los mercados de trabajo era otra de sus pesadillas.

Conocía que el muro del demérito institucional que tenía que salvar no solo residía en poner sólidos cimientos en los grados de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (en inglés, abreviados, STEM), que eran los campos de estudio que mayor propensión  tenían los graduados de terminar su carrera con un doctorado. Solicitaba a su equipo de gobierno que promovieran intercambios de aprendizaje y experiencia entre grados y titulaciones para educar a estudiantes resistentes en el oficio duro, entre el liderazgo económico y un puesto en la administración, que punzaba a muchos ciudadanos por tener un número de registro de cualquier escalafón.

Sin modestia conocía el informe de la OCDE, Education at a Glance 2017 que indicaba la propensión actual de los graduados a estudiar económicas, dirección de empresa y derecho. Igualmente compartía su preocupación por las tasas de empleo de los estudiantes de arte y humanidades que eran de 81% frente a un 88% de los graduados en tecnologías de la información y comunicación. Quería alzar la vida universitaria muy silenciosamente aunque los indicadores nublaran su invocación.

Primeras semanas de porfiada esperanza

Las primeras semanas de los estudiantes en la universidad pasaban como conjuntos corales que se debían conjuntar, como orfeones sin acompañamientos de instrumentos de ayuda. Los ambientes de las facultades más exigentes eran culturas que movían sus objetivos como rías que se internaban en la exigencia de calificaciones y algunos estudiantes entraban en las aulas huérfanos de asesoramiento personal desconociendo el valor de un mentor de grado o la ayuda de estudiantes expertos de postgrado. Desconocían la altura de las mareas de los exámenes y el coeficiente de la pleamar de las valoraciones. Cuando se publicaba la torrentada de notas de la primera evaluación, se les arqueaba la emoción por la carrera y cimbreaba la asistencia a clase. Algunos estudiantes recurrían a la palabra estrés para expresar su estado de ánimo. La perseverancia en el estudio como valor daba marcha atrás a la turbación en la carrera, a la desconexión. 

Una desorientación que aumentaba en los estudiantes internacionales, que pagaban tasas de matrícula, incluso superiores a los estudiantes nacionales, y musitaban: -¿qué es esto? Estudio algo que no entiendo.

Innovación docente en ráfagas

El mundo administrativo de la universidad era inmenso, quieto, solemne. El apoyo financiero de la gerencia a la innovación universitaria viajaba lentamente por las escorrentías de los traspasos de créditos, sin coros ni música, más bien devorado por calendarios de plazos y prórrogas de las administraciones central y autonómica, que servían de excusa. Sin apoyo económico, ni gravitaban los cuatro tipos de innovación según la OCDE, ni se podía glosar el Manual de Oslo sobre innovación en los centros universitarios.

¿Cómo se profundizaba en el aprendizaje de los estudiantes?, ¿qué escondía la práctica estudiantil en la intemperie empresarial?, ¿bajo qué cautelas se hacían individualmente y socialmente responsables a los estudiantes?, ¿podía un profesor aumentar sus contactos con cada estudiante si tenía varias listas de grupos de alumnos con cientos de ellos apiñados en un aula? La innovación docente balbucida llegaba a los estudiantes en olas súbitas que se hinchaban y detenían por las coordenadas de los créditos de las materias que no redimía el esfuerzo docente invertido para un grupo de estudiantes, una materia y un curso irrepetibles. 

Reformas universitarias, un sueño recurrente

Ahora las reformas universitarias eran fugaces, como su presupuesto, que no podían con el currículo de los grados y menos con el coleteante y expansivo de los másteres, sometidos a testimonios críticos y judiciales. La práctica o el práctico. Volver a la tensión de los créditos de teoría/práctica. Regresar a la tirantez de lo público/privado. La cuestión de la reforma universitaria había dejado de ser incidental y buscaba cobijo en nuevos acuerdos parlamentarios. Y los políticos no se habían conjurado para urdir los hilos de una nueva trama educativa. 

Ciclos de edad docente, el decurso del conocimiento de los mayores

Como una oda al fruto maduro, los cambios institucionales respiraban hondamente cuando el personal que traspasaba la edad voluntaria de jubilación se retiraba. Los recursos humanos pasaban. Eran losa de homenajes. Candelabros para cursos de mayores. A la vez, eran dichosos porque la edad cerraba el aposento de su despacho. Detrás quedaba el conocimiento desparramado en otra morada de sombras desaprovechadas. Las altas bóvedas de la institución universitaria que lo habían hecho experto, después de muchos años de servicio, necesitaban brotes y energías que tardaban como mínimo diez años en adquirir un nuevo galón. Y la universidad no había trazado con claridad la línea franca de un desarrollo personal. Los expertos mayores no daban pasos de joven, pero sus testimonios luminosamente vividos no justificaban su marcha del pensamiento, palabra o servicio. 

Diálogos departamentales

El matizado progreso en los diálogos departamentales se frenaba cuando se dirimían las cuotas de reparto de créditos, se engarzaban los horarios a innúmeros secretos de la vida privada del funcionario, a la equidad emocional de la colegialidad, que había sido exaltada por el género y abatida por la multiplicación de condiciones laborales y funcionales del personal docente. La palabra tejida de los  facilitadores de un departamento (¿quiénes?) había demostrado capacidad de recepción del contexto departamental y de reforzamiento de aquellas actividades vinculadas al avance departamental e institucional. Los facilitadores de tan dialéctico proceso daban vueltas en torno a la historia de lo transitorio de las normas escritas y se aferraban a itinerarios de mejora de la condición laboral del personal docente e investigador, cuya identidad universitaria habían leído en sus portafolios. Los conocía como un escritor relataba la pragmática de su discurso narrativo.  

En busca de la identidad universitaria

Luis Miguel Villar Angulo

 

Etiquetado en:

Deja un comentario

Luis Miguel Villar Angulo