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Luis Miguel Villar Angulo

Mujeres universitarias

mujeres universitarias

Mujeres universitarias. 

Tenía delante de mí la estadística de estudiantes matriculados en el curso 2015-2016 que facilitaba el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Andando por el bosque de cifras de las casillas aparecía el número total de estudiantes por nacionalidad, sexo y ámbito de estudio. Como no iba a transportar la tabla entera al blog, me hice a la idea de seleccionar algún testimonio de las mujeres universitarias triunfantes, que esa era la aproximación de mi mensaje.

La columna de mujeres tenía números más altos (690,117.0) que la de los hombres (580,667.0) en los estudios de Grado, 1º y 2º Ciclo. El hecho constatable era que el total de mujeres desfilaba más alto en los grados de las ramas de conocimiento de Educación; Artes y Humanidades; Ciencias Sociales, Periodismo y Documentación; Ciencias, y Salud y Servicios Sociales. En otros grados, el número de hombres se levantaba levemente por encima de la cifra de las mujeres en Informática; se apoderaba de las matriculaciones con más claridad en Ingeniería, Industria y Construcción, y en Agricultura, Ganadería, Pesca, Silvicultura y Veterinaria. Estaba irregularmente repartido entre ambos sexos el predominio numérico en Servicios; mientras que las mujeres aventajaban a los hombres en número en el grado de Viajes, Turismo y Ocio, los hombres desbordaban el número de mujeres en el grado de Actividades Físicas y Deportivas.

Con este entendimiento acentuadamente numérico pensaba que podría escribir esta entrada sin verme afectado por irrealidades. Me mostraba suficientemente sensible a que la mayoría reciente de los estudiantes que ingresaban y egresaban de las aulas universitarias fueran mujeres. Ahora, las semillas numéricas de las mujeres universitarias germinaban en apreciaciones sobrevaloradas que dejaban atrás errores de subestimadas elucubraciones sobre el rol de la mujer en la sociedad.

Mi impresión era que las mujeres universitarias estudiaban para ser de otra manera y ser más emprendedoras en la sociedad. A través de la perspectiva de los cuatro ciclos de edad de los estudiantes matriculados en 2015-2016, los pensamientos me hacían vagar entre conjeturas, porque las mujeres dominaban a los hombres en volumen de dígitos y en cualesquiera de los ciclos de edad, incluido el de más de 30 años.

No se abrían las puertas de una titulación con buenas intenciones ni se terminaba una carrera con buenos sentimientos, dejando el lápiz quieto en el margen de un papel o el teclado de un dispositivo sin zumbar en el oído. Los grados universitarios no le daban a las mujeres universitarias sabiduría; le daban conocimientos, que eran una puerta abierta a la superación de dificultades o una expedición a la verdad en un mundo empresarial desencantado.

Las mujeres universitarias eran estudiantes que primero pensaban en complacerse a sí mismas, como meritorias novelistas de su propio activo intelectual. Y una mirada a las Pruebas de Acceso a la Universidad (PAU) del año 2015 seguía mostrando las cimas de las mujeres aprobadas, incluso cuando eran mayores de 45 años de edad, sellando todas las ventanas al silencio; latiendo con pulso la alegría del conocimiento disciplinar.

El tópico de la creencia en los indicadores de calidad universitaria era un pensamiento que actualmente se asumía como la defensa de la razón. Sin desmerecerlo, y sin que tuviera trazas visibles de sugestión, me dispuse a desbrozar inconfundibles elementos de la verdad de la mujer universitaria.

¿Cuáles eran las claves de este proceso creciente de mujeres triunfantes?

La expedición de mujeres universitarias exitosas avanza a un mundo social reconocido

Las mujeres exitosas robaban vida a la ignorancia. Comparado el éxito de las mujeres (89,8%) con el de los hombres (84,2%) en el curso 2013-2014, había deducido que no eran un activo emergente, sino que la tasa aludía a un ápice que proyectaba un prisma con un fulgor competitivo. Había observado que las cifras de mujeres universitarias exitosas cubrían las universidades públicas y privadas, casi por igual, y que eran levemente superiores los porcentajes en las universidades presenciales que en las no presenciales.

La mano de las mujeres universitarias que ha firmado una graduación construirá un porvenir

La asociación de tipo de universidad, persistencia en un grado de 4 años de duración teórica y cohorte de entrada (en este caso, año académico 2009-2010) me impulsó a contar el fenómeno de la graduación de las mujeres universitarias que había tenido una cifra de 56.2%. Al principio uno podía adoptar una expresión seria con ese dato, salvo que se relacionara ésta con el de los hombres que fue del 39,7%.

En ese momento traté de recordar que la graduación se refería al porcentaje de estudiantes que finalizaba la titulación en el tiempo teórico previsto o con un curso de gracia más. Mirado con minuciosidad, parecía más ajustado el dato de la idoneidad porque se reconciliaba rigurosamente con el tiempo teórico previsto de finalización de una titulación o incluso antes.

En este caso, era más alarmante la diferencia porcentual entre mujeres (40,5%) y hombres (24,4%). La pendiente ascendente de los porcentajes de idoneidad y graduación ofrecía un ángulo con respecto al elemento ideal, pero el camino cuesta arriba tenía para los hombres el viento contrario.

El empleo son las capacidades eficientes autografiadas de las mujeres universitarias

Las mujeres universitarias autoeficientes son como mineras de sí mismas. Extraen a paladas la conducta responsable del aprendizaje y de la investigación ocupándose de trabajos hasta ahora poco convencionales para ellas. La tasa de éxito en los estudios de máster de 2013-2014 era prácticamente igual que la de los hombres: cada crédito presentado estaba diestramente superado. En el caso de las mujeres universitarias, el porcentaje del 98,7% de éxito era bien elocuente.

No parecía insustancial en este párrafo apuntar que el porcentaje de mujeres que obtuvieron becas sobre el total de estudiantes matriculados en el curso 2013-2014 fue de 28,3%, frente a los hombres (20,3%). Este cántico a la ayuda recibida por las mujeres universitarias quebraba la línea horizontal de la paridad en el estudio académico, pero no derogaba la diferencia de ingresos económicos de las mujeres egresadas respecto de los hombres en ciertas empresas.

Aunque la empleabilidad del egresado estaba cuestionada; aunque los hombres se graduaban en un porcentaje superior en la rama de conocimiento de Ingeniería, Industria y Construcción, la misma OCDE que reportaba de la capacidad superior de lectura en las niñas y de matemáticas en los niños en el informe Pisa, también reconocía que la brecha de género en el empleo, que no en el cargo de responsabilidad directiva, se estrechaba conforme ambos sexos obtenían titulaciones en el nivel superior.

No hay grados tan malos para las mujeres universitarias de los que no se pueda aprender algo bueno

Las mujeres se han negado en redondo a dejar de conducir. Si lo miraba desde otro ángulo, la deserción en los estudios superiores era porcentualmente menor en las mujeres (29%) que en los hombres (36,1%), tomada como referencia la cohorte de entrada del curso 2009-2010.

La preocupación por el abandono o cambio de carrera en el primer año universitario mantenía alerta a las universidades, porque era un curso riguroso que atacaba un segmento poblacional frágil en la aproximación al aprendizaje, quebradizo en las estrategias cognoscitivas de los estudiantes e inestable en la percepción de bienestar personal o de éxito académico de los jóvenes adultos.

Para rendir en el estudio las mujeres universitarias pulen continuamente las competencias

Las políticas universitarias de control de la asistencia a clase de los estudiantes, el rendimiento académico y la retención de los estudiantes antes de que se produzcan deserciones de grados académicas son fibras que ruedan en la mente de los equipos de gobierno antes de que se produzcan desajustes internos porque masas de estudiantes no tengan la tasa requerida de idoneidad ni que obtengan la más indulgente graduación. Diez puntos porcentuales en la tasa de rendimiento diferenciaban las mujeres (81,5%) de los hombres (71,8%) en el año 2013-2014.

Una nota final adornada:

Las mujeres universitarias cursaban exitosas sus estudios a cada alba amarradas a la vida. Las mediocres se aproximaban a ellas aromadas a la ventana. Las peores se abandonaban al viento y se daban por vencidas.

Lumivian & LMVA

(Descargue este post como pdf: 2.Mujeres universitarias )

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Luis Miguel Villar Angulo