CU de la US
Luis Miguel Villar Angulo

Procrastinación estudiantil, rigor académico

Procrastinación estudiantil, rigor académico.

La postergación o posposición de tareas en el aprendizaje universitario es un comportamiento o actitud que pueden manifestar los estudiantes como consecuencia de la ansiedad producida por la realización de un ejercicio. El rigor académico se refiere a la severidad o dureza de un proceso de aprendizaje universitario. Ante un examen final de curso de una materia, los alumnos apilan apuntes inconexos para culminar aprendizajes inconclusos que advierten de signos de procrastinación estudiantil. En esta entrada sostenemos que el aprendizaje universitario es más riguroso cuando los estudiantes aprenden activamente contenidos significativos con un pensamiento crítico o de orden superior en su nivel apropiado de expectativa dentro de un contexto determinado. Asimismo, sustentamos que la procrastinación estudiantil se puede reducir o alterar modificando las creencias sobre la autorregulación estudiantil como sujeto de aprendizaje, hasta convertirla en un estado beneficioso previo a un examen.  

Creencias epistémicas

Los estudiantes tienen creencias sobre la justificación de su conocimiento apoyándose en pruebas, opiniones, figuras de autoridad y en la evaluación de las ideas que hacen otros. La convicción de que los compañeros aportan conocimientos valiosos en el dominio de una materia puede servir de justificación para un tipo de epistemología social (“fiabilismo”) bajo la cual los estudiantes reconocen pura y simplemente que les dan seguridad los apuntes de los compañeros para el estudio de un examen, ante un absentismo fortuito o intencionado que paraliza la toma de apuntes en las clases universitarias. Otra cuestión bien distinta es el conocimiento obtenido en las experiencias de campo o de laboratorio.

Experiencias emocionantes y aprendizaje autorregulado 

El aprendizaje autorregulado en el ambiente universitario cuaja cuando un estudiante está arrobado por experiencias auténticas y emocionantes, que alcanzan su cima cuando culminan con el logro y que son premiadas con unas altas calificaciones que aventan hacia fuera la experiencia emotiva y negativa del aburrimiento. Por supuesto, ciertas estrategias didácticas de clase persiguen la creatividad y se enfrentan inmisericordes contra el cansancio provocado por molestias en las rutinas de aprendizaje frente a la tensión innovadora de una investigación o de una práctica. Por cierto, la experiencia práctica de los entornos virtuales de aprendizaje no solo fomenta la motivación intrínseca de los participantes sino que también hace divertido el aprendizaje a través de los «compromisos» de participación y comunicación de los usuarios. Sin embargo, la incesante entrega a tareas autónomas o colegiadas de los estudiantes puede ocasionar fricciones en la métrica del esfuerzo estudiantil y consiguientemente en la calificación.

Creencias y acciones de derechos académicos

Las notas universitarias son una expresión que produce muchos relámpagos de ingenio investigador en el enseñanza superior: desde la resolución de las notas de corte para la admisión en los estudios universitarios a los criterios de graduación. Constituyen las notas un concepto recurrente tan vivo que forma parte de los derechos de los estudiantes reconocidos en los estatutos de las universidades. La creencia de una calificación puede originar una reclamación académica a un tribunal de apelación, un cerco a un profesor para obtener una calificación más alta o una mutación en la planificación de una asignatura para designar tareas que requieren una nota o grado superior. Las negociaciones del estudiante con el profesor dejan de ser joviales cuando se mezclan el rendimiento y los argumentos de ayuda social, como la pérdida del derecho a una beca, que suscita inquietud y extrema inseguridad en los principios éticos de un profesor. Algunas de esas cuestiones vinculadas con las notas, el esfuerzo y el rigor académico se entreveran en los sentires de los estudiantes cuando son consultados sobre el ambiente de clase o del campus universitario.  

Opiniones estudiantiles 

Cuando opinan los estudiantes acerca de cuál es su deseo más fuerte para matricularse en una materia optativa habitualmente responden que admiran la agilidad olímpica de un docente para estimular sus intereses, lustrar las relaciones profesor-alumno con empatía, dar la bienvenida a una variedad de métodos para evaluar el progreso del estudiante, o utilizar la tecnología educativa para promover capacidades y posar competencias en el aprendizaje. La miríada de sistemas para evaluar las percepciones y opiniones de los estudiantes sobre la calidad de la enseñanza hace prácticamente imposible un consenso sobre una herramienta universal. La literatura de investigación educativa y el mercado ofrecen una antología de instrumentos cada uno con sus propiedades psicométricas en el mejor de los casos o simplemente acordados política e institucionalmente.  

Subescalas de medición de la enseñanza

Y así, sobre ruedas de cuestionarios estudiantiles, hemos entrado en el mágico mundo de las percepciones de los alumnos sobre los métodos de enseñanza donde siempre aguardan deslumbrantes espectáculos anónimos o públicos de la docencia universitaria. Las subescalas de los cuestionarios y sus declaraciones se negocian como los presupuestos generales, en el claustro de la universidad: unas veces se apremia la estimulación del interés estudiantil, otras se estimula el fomento de la colaboración del estudiante, otras, en fin, se espolea el establecimiento de una compenetración empática, el aliento a la participación estudiantil o la estructuración de las experiencias prácticas. La complicación académica florece porque después de esta ceremonia un profesor no conoce o comparte los resultados procesados en el mismo curso con sus estudiantes evaluadores, impidiéndose congruentemente otorgar un valor diagnóstico al cuestionario para la remoción de estilos didácticos, hábitos inoportunos e inobservancias curriculares. Tampoco se muestran en los resultados agrupados de las escalas quiénes son los estudiantes de bajos ingresos, en particular, que experimentaban factores de riesgo y que predecían los niveles más bajos de éxito en la universidad, incluyendo la edad, la elección de la titulación, la situación económica y familiar, la preparación académica, condiciones sociales y otros patrones culturales. Estos factores, que indudablemente afectan la tasa de rendimiento y el crecimiento académico, interaccionan con algunas percepciones sobre meritocracia, elitismo y desigualdad de los estudiantes, y por supuesto con la intransigencia de las calificaciones y la dureza de las pruebas en algunas materias.  

Rigor académico estudiantil 

La rigidez académica es una forma de pensar en titulaciones de ciertos campos científicos: los estudiantes se enardecen cuando el rigor se coteja con mucha carga de trabajo, se desaniman con las normas de calificación, sufren una acre decepción ante los niveles de dificultad de las pruebas, y desinteresan de la relevancia de una titulación o proyectada profesión. Sin embargo, la firmeza académica satisface a los estudiantes cuando la docencia se basa en el aprendizaje activo, el contenido significativo, el pensamiento de orden superior, el calendario flexible de las pruebas, y la esperanza de sentir relaciones interpersonales de comunidad o de pertenencia al grupo de clase. Estos aspectos adaptan la procrastinación haciendo que los estudiantes controlen sus emociones negativas y se sientan mejor, al menos temporalmente.  

LMVA & Lumivian

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