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Luis Miguel Villar Angulo

Tocata y fuga de talentos

Tocata y fuga de talentos.

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Antes de iniciar este post quisiera dar una aviso. El título de esta entrada tiene algo bachiano, porque es una composición de un solo movimiento: el que hacen los becados internacionales que desean mejorar su formación en el extranjero. Resulta la tocata una pieza musical en la que el practicante desarrolla una destreza sutil sobre el teclado, como obligado es para un candidato a una beca Talentia sortear todos los requisitos para incorporarse al tejido productivo andaluz. La fuga parece un término borroso pero no lo es para un estudiante de Talentia: porque en esta beca suenan criterios de evaluación donde se ponderan el perfil de un aspirante, el programa, el plan de retorno, la admisión y la vinculación, como si fuera esta beca una fuga, una textura musical con varias voces. Las dos palabras que preceden a talento (tocata y fuga) explican adecuadamente la relación que tienen entre ambas, y las prolongan más allá de la duración de una beca. La tocata se asienta en los “conocimientos, capacidades, competencias y personalidad del solicitante”. Así iniciado el perfil de un candidato se me antoja que debe haber profesado en su grado académico pasajes formativos en cascada con una mano y acompañamientos de cursos, seminarios y talleres con la otra. No es esto todo; el título “fuga de talentos” no es enigmático, aunque sea sutilmente inexacto. En efecto, el plan de un becado es el retorno a la producción o el regreso al emprendimiento en la comunidad. La fuga se parece a una coda: es un epílogo, el final de un movimiento de búsqueda de empleo; así, el retorno y la vinculación a un empleo de un becado se unen por el eslabón desesperado de la falta de becas y trabajo a la fuga de talentos. En fin, la tocata y fuga bachiana ponen a prueba las figuraciones de los talentos en el mercado laboral.

Tocata de talentos para el mercado

La quimera social actual es la meritocracia epistémica en la enseñanza superior, un mecanismo que distribuye aptitudes de talentosos estudiantes en los sectores ocupacionales. La meritocracia y el esfuerzo son básicos para la igualdad de oportunidades educativas en muchos países, frente a otros notables o irrelevantes factores sociales, sin que ello presuponga que el fin bueno de la institución universitaria sea la competición para adquirir una posición social. El talento de una persona requiere una inversión de tiempo y capital cultural; abarca estudiantes versátiles e ingeniosos, y va mas allá del conocimiento conceptual, porque el conocimiento discursivo teórico de un estudiante no optimiza por sí mismo el rendimiento en un empleo, si no va acompañado de remozadas competencias prácticas y éticas. Parece que se ha dejado de creer en el mito de una única inteligencia y los sectores económicos alientan la necesidad de empleados con inteligencia emocional, un compuesto que hace capaz al sujeto de motivarse a sí mismo y de tolerar las presiones que se sienten en el trabajo como consecuencia de la movilidad socioprofesional. No desaparece la necesidad de talento; solo hay un cambio en la conciencia de los hombres que promueven el desarrollo industrial ante la demanda de una zona psíquica personal que albergue la confianza emocional. La tocata del talento se tiene que reacomodar en los grados universitarios para que el currículo de las titulaciones proyecte el talento diversificado en las programaciones de aula. Y para esto, habrá que insistir en la reforma de las titulaciones pasando nuevos protocolos de estándares formativos de calidad.

Flujos poblacionales y ayudas para la incorporación de talentos

Una fábula es un relato imaginario. El Documento de trabajo nº 1503 del Banco de España (Spain: From Immigration to Emigration?, 2015) no disfraza la realidad. La representación de una España emigrante para el periodo 2008-2012 se manifestó en unas cifras que encierran la idea de fuga con una trama polifónica de destinos, género, edades y educación. El jeroglífico de datos se resumió en un aumento porcentual de 18 puntos en la tasa de población desempleada durante la pasada Gran Recesión. La situación desdichada y real es que el porcentaje de población emigrante más alto se encuentra en el nivel terciario, y en el ciclo de edad de 30-44 años. Los hombres emigran más que las mujeres y el destino prioritario de emigración es Europa. Esta emigración altamente calificada de titulados superiores es perniciosa para la alineación de una masa crítica de investigadores que se ven obligados a desinvertir su capital humano en su país de origen. En vista de ello, la salida es la solución para el individuo, con gesto triunfante o infortunado, ante la situación ya legendaria de inactividad o desempleo. El mito de las becas de incorporación a un trabajo en el país de origen no transforma la penuria del cambio condensado en pocos números. El panorama del programa estatal de promoción del talento y la empleabilidad es lo más alejado de una siembra de inversión en individuos: se concedieron 167 ayudas para el subprograma de incorporación Ramón y Cajal, destinadas mayoritariamente a las universidades, así como 225 ayudas postdoctorales y 180 para técnicos de apoyo. (Los héroes de las ayudas habrán podido fundir con alborozo – supuestamente –  el cerebro con el mundo laboral).

Think tanks y el potencial del talento

La fuga de talentos no es un disfraz para los ingenieros que emigran a Alemania o los fisioterapeutas y enfermeros a Francia. Un becario sufre al hallar en el plan de retorno un documento efímero, un compromiso trivial en el que se halla confinado. La aspiración a la incorporación al tejido productivo es una meta humana; conseguirlo, una proeza, y la inactividad o el subempleo un “potencial perdido”. Gobierno, sociedad, élites políticas, think tanks y fundaciones filantrópicas son actores que deben potenciar sinérgicamente políticas educativas para incentivar el “potencial” humano. La orquestación de ideas, y los recursos financieros, empíricos y políticos para el fomento del talento que ponen a la vista algunas organizaciones intermediarias están incuestionablemente justificados. Claro está que el rigor en el estudio de una universidad que planifica y aplica el talento como principio resolvería ese conflicto; y de ahí su derecho superior, no solo a filtrar las becas sino a culparse del incumplimiento del retorno laboral del becado. Si, por ser ciencia de los números y arte de las palabras, la institución superior es universidad, por tener como misión la excelencia y por cuidar el potencial de calidad de un estudiante, es una organización de liderazgo. Un becario con talento es un capital, no un halago, que necesita el bienestar de un acto y la satisfacción de un empleo digno. De ahí la necesidad de que la universidad añada a la sempiterna triangulación de misiones (enseñanza, investigación y servicio) el rito y la gran visión de una hélice cuádruple que introduzca al individuo en la educación, investigación, intercambio de conocimiento y desarrollo de talento. Naturalmente que esta ordenación universitaria es flexible y autónoma para que su esencia reformada sea el cultivo de talentos; donde un estudiante dramatizado por la tocata de créditos de titulaciones se convierta en un héroe para la comunidad, y que su fuga sea la coda final.

LMVA & Lumivian

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