Grados en barricas de tres o cuatro años en la Universidad.
Bajé la noticia de la prensa electrónica acerca de la sanción de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) a las universidades que implanten grados de tres años y quedé sutilmente atolondrado. Anteriormente, una densa oleada de recomendaciones sobre grados y planes de estudio por los máximos actores universitarios de la CRUE había ampliado mi meditación sobre el alcance de su gobernanza académica.
Grados universitarios y mercado laboral
El sistema de educación superior español – al mirar y tocar otras ciudades y campus universitarios de Europa – había palpado un nuevo suelo curricular de cuatro años, unificado en la extensión, y entrañablemente unido a las transformaciones internas de cada universidad, pero manteniendo la duración de los créditos de los programas de estudio. Ahora, sumerjo mis reflexiones en la movilidad de los alumnos y en el alto número de estudiantes enrolados en los distintos grados universitarios ofertados sin salidas profesionales; recalo en la identidad cultural de los distintos pueblos y regiones europeos; releo listados de proyectos internacionales acompañados de movilidad docente, y me envuelvo en la creencia que las universidades tienen una supuesta autonomía para planificar el currículo, pero un liderazgo debilitado para el gobierno y gestión de titulaciones que afronten los retos y oportunidades de un mercado global.
De grados universitarios de Bolonia a sociedad auditora
¿Cómo reconocer en este vaho mental que la CRUE sigue la crianza de los grados universitarios como un vino que necesita envejecimiento para que se encuentre elaborado? Mientras recuerdo este blando aliento de crianza oxidativa del vino en barrica de madera, las organizaciones universitarias observan nuevos aspectos de inclusión en sus cuerpos donde se mezclan los taninos de la organización institucional con las sustancias rumorosas de los miles de estudiantes universitarios, variados por género, vigorosos por clase social y exigentes por grado que brotan por doquier, como aromas originales y fragrantes de titulaciones, que de manera incipiente se abordaron en Bolonia siguiendo la competitividad del hombre terrestre norteamericano, que estaba lleno de competencias sumergidas en una barrica de madera de roble.
Sin abandonar la dualidad de misiones del modelo universitario de Humbold que aspiraba a poner por las nubes la enseñanza y la investigación, lo cierto es que estamos sitiados por el desarrollo económico que nos saluda políticamente con leyes de emprendimiento, recobrando para el frontispicio universitario una tercera misión, que no coincide con la establecida para las evaluaciones de U-Rankings. Aunque las comunidades autónomas siguen jugando un papel base en la reforma universitaria, como un suelo acartonado de disposiciones legislativas, el esplendor refulge en las agencias de acreditación y de evaluación del personal y de las titulaciones, que dan entrada a plantillas universitarias y abertura a los estudios de las titulaciones. La responsabilidad social de las universidades para rendir cuenta ante una nueva y exigente sociedad auditora supone que la organización universitaria como unidad puede ser sancionada y situar en entredicho su prestigio institucional.
Llenar la barrica de competencias y publicaciones
La sazón y el sabor de las añadas de los vinos se hacen con ruedas de catadores exigentes que determinan la bondad de los caldos. Las evaluaciones de investigación del personal universitario extreman la calidad de las publicaciones en función de parámetros públicos para la obtención de complementos económicos y otras funciones universitarias por medio de sexenios. Pero un análisis de la financiación de los programas de investigación, a pesar de la farragosa literatura de la convocatoria ministerial, evidencia el escaso porcentaje invertido en función del producto interior bruto. Los destellos súbitos y anuales de los programas de investigación omiten la investigación de la reforma curricular asociada a un cambio institucional, la evaluación vinculada a la sostenibilidad, o la visión de la implicación y la implantación de las misiones de una titulación, que son temas de futuro y que se quedan sin tinta en el blanco papel de la convocatoria ministerial.
Catadores de calidad en las agencias de calificación
Europa es a estas horas una luz simbólica que atraviesa los muros de las universidades y que los actores universitarios invocan para dar unidad y uniformidad a las titulaciones. Trasiega Europa los grados de las barricas de titulaciones intentando separar las competencias limpias de valor crediticio para el empleador de otras residuales que impiden airear la circulación laboral de los egresos. En medio de esta atmósfera vibrante aparecen los rankings de las universidades españolas siguiendo volúmenes de parámetros diseñados por empresas de reconocido valor económico, que agravan más que estimulan la competición y los indicadores de excelencia científica, sin que se utilicen éstos para la mejora de marcos coherentes y de puntos de referencia. El reduccionismo del conocimiento usado para las comparaciones, de una parte, y el desacuerdo internacional existente entre las agencias calificadoras, de otra, ponen la clasificación de los centros superiores en oscuros presentimientos de valía, cuando la puntuación es baja.
La CRUE se está transformando y comportando como un sector de actores académicos que usa una calculada estrategia de gobierno para la unificación de las cualidades de los grados de las titulaciones. Es el sitio donde reposa la nueva identidad de la jerarquía y la racionalidad en el ámbito superior; la substancia que da color a un nuevo proceso de construcción oligárquico que sobrevuela cualquier otra oligarquía académica que antes se reservaba para la cátedra, siguiendo el modelo alemán.
Mientras, las fuerzas departamentales, débilmente acopladas entre sí, a pesar de su filtrado curricular, no han sido capaces de asignar al grado de una titulación el aroma de envejecimiento de los egresos que necesitaba la sociedad. El hacinamiento de misiones contempladas en las declaraciones de las titulaciones se ha ubicado en botelleros y calados para que éstas no tengan cambios bruscos de denominaciones, sin que se aprecien al trasluz en ellas los tenues valores de las competencias instalados en el inmemorial plan Tunning o los colores profesionales habitados por los graduados.
Soleras de competencias embotelladas penetradas por la americanización
Paralelamente, las universidades competitivas, fortalecidas por el poderío de una estructura compleja, colma de oficinas sus variadas misiones organizativas, como si éstas fueran ministerios de un gobierno, impregnando de un ambiente reductor las titulaciones para darlas supuestamente complejidad y elegancia como es la crianza en botella. ¿Será que la americanización de las universidades europeas está cambiando igualmente las tendencias y los modelos de la identidad institucional? El crecimiento de las matriculaciones de estudiantes no ha ensalzado la profesionalización docente, conmovida por la presencia de un ingente número de profesores contratados que ha obligado a reestructurar sus obligaciones administrativas y que ha ralentizado el conocimiento científico-pedagógico tácito de su trabajo docente.
La libertad académica, el gobierno compartido entre las diversas instituciones central y autonómica, las universidades públicas y privadas, el paisaje internacional del campus, el aseguramiento de la calidad como marca de excelencia, la digitalización de las universidades, el peso burocrático añadido a los procesos universitarios, o los modos de enseñanza tradicionales junto a otros menos convencionales, presiden gozosamente la vida privilegiada o postergada de la universidad. Y en este momento surge el debate de los grados en barricas de tres o cuatro años. Remedando la sentencia del novelista Oscar Wilde, cuando escribía que para conocer la calidad del vino no era necesario beber todo el barril, concluimos que para conocer la calidad formativa de una titulación no deben existir invectivas sobre los grados en barricas de tres o cuatro años.
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