Su credo reconfortaba: socializaría al nuevo profesorado en una ética de ciudadanía académica. Se comunicaría con el profesorado joven en una suerte de mentoría de ayuda. Dirigiría la institución manteniendo la calidad global y la eficacia del profesorado. Asumiría una correlación positiva entre los gastos globales de enseñanza, los servicios de estudiantes, el apoyo académico y la culminación de grados. Finalmente, resumiría la cultura de la universidad en el conjunto de historias personales satisfactorias que dan cohesión a una comunidad universitaria.
Vestía muceta de color negro
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