Introducción
Ante el inédito escenario del confinamiento por el Covid-19, los estudiantes universitarios han concebido percepciones sobre sus estudios que pueden derivar en alguna de las siguientes apreciaciones: un avance en el conocimiento del curso académico que remedia lagunas conceptuales de las materias (desarrollo), una desmoralización que reduce la probabilidad de terminar los créditos de las materias con éxito (desánimo), o una desorientación que los aparta de la consecución de los créditos de las materias (desviación).
Muchos estudiantes se han enfrentado a la Prueba de Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad (PEvAU) sin tener referencias de las buenas prácticas de aprendizaje de estudiantes de otros institutos, sin tener noticias de las puntuaciones de corte de las evaluaciones de estudiantes de los centros de bachillerato de su comunidad.
Durante la pandemia el sistema educativo no ha aplicado los recursos necesarios para revisar holísticamente las competencias académicas de los estudiantes de Bachillerato. No se ha planificado un seguimiento detallado de los métodos instructivos seguidos en los institutos como consecuencia del rediseño instructivo del modelo presencial cara a cara entre profesor y estudiantes a otro mezclado o totalmente en línea. Ni el Ministerio ni las comunidades autónomas han emitido informes de los esfuerzos de los estudiantes para resolver sus necesidades académicas privados de la frecuencia de tutorías presenciales. En fin, carecemos de datos de una educación para el desarrollo de estudiantes.
Educación para el desarrollo estudiantil
El próximo curso 2020-2021 de enseñanza universitaria se va a convertir en una educación para el desarrollo (ED) para muchos estudiantes. Sí. Una educación que tendrá que remediar siendo optimistas la lectura, la escritura, las matemáticas y el idioma. Más preocupante, conjeturo que el sistema universitario tendrá que enmendar o corregir las competencias troncales de los estudiantes en las disciplinas englobadas en stem (acrónimo en inglés de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). Ya se verá.
El primer curso universitario será una academia abierta que aglutinará estudiantes que no han tenido suficiente fundamentación académica en el uso y desarrollo de tecnologías y que potenciará la confianza, la creatividad y las habilidades de expresión de los estudiantes, y refrescará los conocimientos supuestamente adquiridos por los estudiantes hasta marzo de 2020. La crisis de la pandemia del COVID-19 se percibirá en la debilidad epistemológica de los estudiantes de primer curso de manera sobrecogedora.
Las autoridades académicas planifican medidas de seguridad sanitaria. Sin embargo, olvidan planear procesos de evaluación diagnóstica que iluminen las capacidades estudiantiles necesarias para completar los créditos del primer curso de una titulación. Porque a las autoridades universitarias corresponde idear múltiples pruebas evaluativas que sitúen los conocimientos estudiantiles en nuevos escenarios a fin de reducir su hipotética aflicción y acelerar el progreso en los cursos del nivel correspondiente. Las autoridades universitarias, además de las reconversiones espaciales para evitar contagios, están obligados a reestructurar los paradigmas de enseñanza para incluir modelos alternativos de remedio que amparen la heterogeneidad de aprendizajes. Algunas universidades proyectan escenarios alternativos en los diseños curriculares de las materias. Una tarea inventiva que convertirá al profesor en un mentor que tallará y entallará los créditos de las materias según exista comunicación presencial o diferida con los estudiantes. ¿Cuántos ambientes de aprendizaje serán necesarios para el primer curso? Una pregunta que puede justificar una investigación aplicada.
La ED estimula la realización de mejores prácticas curriculares con nuevos métodos instructivos. La ED establece criterios de responsabilidad compartida en la evaluación de las competencias esenciales de las materias. Igualmente en la estimación de múltiples medidas evaluativas para situar a los estudiantes en el lugar que les corresponde de cada materia. La ED tasa los modelos innovadores de cada disciplina académica y calcula qué información previa necesitan a los estudiantes para la ejecución de actividades presenciales y en línea. Finalmente, la ED establece un nivel inferior de corte de una prueba estandarizada para indicar que un estudiante que pasó la PEvAU necesita revisar sus conocimientos y sus habilidades académicas.
¿Cuántos estudiantes necesitarían una ED en el primer curso 2020-2021? ¿Qué efectos diferenciales se producirán en los grupos de estudiantes de las distintas titulaciones si se implanta una ED como estrategia de remedio? Las autoridades de la política universitaria tienen ante sí un reto inmediato sin que se observen medidas adoptadas, como la sugerida ED, a dos meses del inicio del próximo curso académico.
Conjetura sobre el desánimo estudiantil
La realización del primer curso universitario en 2020-2021 sin un remedio para las competencias debilitadas puede conducir a un efecto desmoralizador en los estudiantes. Un estigma académico que los puede acompañar durante varios cursos. Un proceso de enfriamiento y desconexión que puede alterar las percepciones de los estudiantes y notar más obstáculos de los realmente existentes a la hora de mantener sus aspiraciones académicas. Para los estudiantes que pasen por escenarios de compensación de competencias se encienden alarmas mentales que propician la duda de continuar o abandonar las materias que cursan en una titulación.
Suposición en torno a la desviación curricular
La percepción de los estudiantes universitarios sobre la utilidad de las estrategias de compensación de competencias que mejoren el aprendizaje de los créditos de las materias de un primer curso significa el encasillamiento en un pelotón que marcha en un grupo a ritmo distinto. No cabe duda que la implantación de una ED es una transformación institucional. Supone una reorganización universitaria para el seguimiento de grupos de estudiantes cuyas habilidades quedaron debilitadas por el efecto del COVID-19.
Transformación institucional
Más allá de la propuesta de imitación de las universidades americanas para la contratación del personal universitario, una transformación seria de la universidad para el curso 2020-2021 significa alterar la cultura de la institución cambiando supuestos subyacentes sobre el aprendizaje de los nuevos estudiantes, las conductas del personal universitario, los procesos evaluativos para el diagnóstico de competencias estudiantiles y las estructuras de los cursos. Es un proceso de remedio profundo que irradia desde los estudiantes de primer curso a los estudiantes de postgrado. Es una variación en la identidad del organismo universitario.
La intención de la transformación es omnipresente. Arrancará en el curso 2020-2021 y se debe mantener en el tiempo. Una transformación que genere nuevas estructuras organizativas y decisionales para cambiar el curriculum, la enseñanza, los resultados de aprendizaje de los estudiantes desde el domicilio, la política universitaria y las prioridades presupuestarias.
Según el artículo Efectos del COVID-19 en la transformación universitaria: Desarrollo, desánimo o desviación, puedo afirmar que es cierto que las principales preocupaciones con respecto a la universidad por parte del gobierno eran sanitarias y que muchos alumnos tantos los que vienes de EBAU como los propios estudiantes de la ULL se encontraban perdidos, desorientados ante la nueva situación en la que se encontraban. Veo reflejado en este texto la reclamación de protocolos de guía, una ayuda guiada en la que resolvieran sus dudas y se sintieran seguros de las decisiones que toman.
La ED, intenta dar un paso más a favor de los estudiantes, resolviendo un poco este conflicto.