Transformaciones universitarias decaídas.
Las instituciones de educación superior encaran un incierto futuro de transformaciones universitarias ralentizadas en un clima voluble y austero. La educación de masas estudiantiles en la educación superior (1.532.728 estudiantes españoles en el curso 2013-2014), el crecimiento y la expansión del conocimiento científico, el empaque institucional por enseñar y practicar competencias para el empleo, y las presiones sociales por una responsabilidad en la gestión de los bienes y servicios públicos se han reflejado en cambios cardinales en las universidades. La uniforme universidad cuadrada de campos científicos es un caleidoscopio de imágenes fijas y multiplicadas.
Tiempo inmoble
Los efectos reflectantes de la universidad en la sociedad semejan una geometría inmoble; inmobles se hallan los cambios curriculares, inmóviles las cuantías de las becas, estáticas las plantillas de promoción profesoral y quietas las dotaciones de los proyectos de investigación en un programa I+D+i quieto. Y en todas las transformaciones universitarias aparentes poco hay de responsabilidad; detrás de la responsabilidad institucional se asegura la calidad académica temiendo oprimir la creatividad y reducir a mínima escala el ámbito poliédrico de una evaluación; detrás de la responsabilidad departamental o de otra unidad de centro hay un traslado de obligaciones a comités específicos, como si el compromiso de profesores, estudiantes o personal de la administración y servicios no fuera personal y respirara descansando en otro ambiente.
Aprendizaje espléndido
Se abre un tiempo de transparencia en todos los órdenes de la vida política y pública y se acopian aprendizajes centrados en problemas como estrategias de enseñanza; se vigila desde instancias universitarias la construcción de una cultura que integre comunidades de aprendizajes revigorizados; se lava la enseñanza para aumentar la diversidad por género, edad, condición psicológica y social, y la equidad entre las personas; se pinta como alta misión institucional el pensamiento científico e integrador de habilidades de razonamiento en los estudiantes; se preparan los cimientos para el desarrollo profesional docente que dé a las plazas académicas el arte crítico que escapa al futuro; se auspician los grados por su valor en el mercado de trabajo (2.534 en el curso 2013-2014 y en el conjunto del Sistema Universitario Español); y ¿qué decir del acceso global? Todo, los cursos abiertos masivos en línea (en inglés, abreviado MOOCs) abaratan los costes para una población estudiantil e internacionalizan el conocimiento, sí; pero consumen tiempo docente para la preparación de materiales que atiendan la diversidad de intereses y necesidades de los clientes potenciales.
Cuatro academicismos
Una línea de evolución universitaria recuerda a la de una institución nervuda gerencialista por su estilo de gestión formal-racional; un establecimiento de educación superior enjuto por las regulaciones y ordenaciones nacional, autonómica e internacional; una universidad atascada por las evaluaciones basadas en auditorías de titulaciones realizadas por una agencia externa de evaluación; una corporación universitaria abrigada por miembros de una junta de gobierno que actúa como una altiplanicie cóncava que toca el cielo del poder con sus decisiones; un campus universitario como un ejido que cuenta el susurro de estudiantes formando agrupaciones estadísticas en espera de titulaciones cercadas.
Esta espesura burocrática, gerencialista, ha sido removida parcialmente por departamentos que son unidades organizativas con un celaje de colegialidad como alternativa de transformación; las decisiones de enseñanza, más que de investigación, son adoptadas con actitudes de consenso por unos individuos – fundamentalmente, profesores y estudiantes – que se perciben a sí mismos aprendices académicos; la dirección tasada de esas unidades queda envuelta en el follaje de supuestas innovaciones curriculares, densas disquisiciones sobre el control personal para la ejecución de reformas educativas inspiradas en acuerdos europeos para trasladarlos al aula; en esta organización colegiada dejan rastro unos miembros revisores de compañeros que otorgan venia para la docencia, plácet para la transformación de grado y aquiescencia para el reconocimiento de sexenios.
Un tercer academicismo es el que ostenta contrastes empresariales; en el austero campus se palpa la competencia, como en el modelo típico angloamericano de educación superior; en los departamentos, facultades y juntas de cualquier tipo se priorizan aprendizajes que abordan las cambiantes tendencias del mercado cuyas cresterías de ofertas y demandas elevan el vocerío del cambio; junto a ello, se descentraliza un liderazgo que sueña con una gestión cercana a la visión del pueblo; las aulas de estudio en sed de vida profesional aumentan la manipulación, las destrezas, los créditos prácticos y las experiencias de practicum para formar en competencias a mano de obra juvenil; responsabilidad para el empleo en proyectos compartidos donde el equipo de trabajo vuelve con soluciones a problemas de estudio; el dejo amargo está en la fuerza del mercado, junto a las rejillas de rendimiento académico que se analizan continuamente en busca de nuevas negociaciones de calificación; se tratan las notas de las calificaciones con los estudiantes como se mercadea con clientes. En definitiva, los estudiantes son socios que comprenden la presión del mercado durante la carrera de estudios, y auspician una educación en línea y la inteligencia artificial para impulsar un modelo industrial que sirva una educación densa pero a bajo costo.
Finalmente, cuando la institución universitaria tiene como divisa un modelo corporativo se advierte en ella una doctrina que se aplica como una sentencia; las disposiciones emanadas por la máxima jerarquía exigen lealtad a los miembros; la gestión, el mando, en fin, el liderazgo carismático se impone en un sistema napoleónico de gobernanza; de la mente del presidente institucional emana el conocimiento político y sus tácticas serpentean todo tipo de crisis para competir con otras instituciones universitarias; este modelo coteja, compara y evalúa indicadores de éxito de los demás para establecer metas organizativas que son para los estudiantes, recursos económicos y clientes, emisarias de competitividad.
Como en arca académica…
… Libre de rol y cargo, un liderazgo académico mantiene la moral de pares y estudiantes, aumenta el sentido de productividad y ayuda a los otros a dar la bienvenida a cambios sostenibles y momentos aurorales. Las instituciones de educación superior retarían el futuro de las transformaciones universitarias escribiendo largo, muy largo, que capacitación flexible de estudiantes y desarrollo personal, experiencias profesionalizantes y transparencia en los resultados de aprendizaje de los estudiantes hacen rodar la rueda y caminar lentamente en un cambiante y desafiante porvenir umbrío.
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